La Atención a la Salud Mental no necesita una Estrategia, sino un Plan de Acción
Como profesionales vinculados a la atención a los problemas de salud mental en distintos territorios del Estado español, queremos manifestar nuestra preocupación por la situación de este importante sector de la atención sanitaria y social, en un momento que consideramos especialmente significativo debido a la confluencia de algunos factores.
Por un lado, la pandemia ha puesto de
manifiesto importantes dificultades y carencias de los sistemas públicos de
atención a este tipo de problemas, arrastrados en parte desde el desarrollo
insuficiente, parcial y escasamente homogéneo de las reformas psiquiátricas y
las disposiciones de la Ley General de Sanidad del 1986 y agravados por las
políticas restrictivas de manejo de la crisis de la pasada década y los
intentos de desmantelar los sistemas públicos abriendo vías a iniciativas
privadas meramente lucrativas. El sector de la atención a la salud mental se muestra,
así como uno de los necesitados de renovación y refuerzo, dentro del conjunto
de nuestros sistemas públicos de atención sanitaria y social, con aspectos comunes,
pero también otros diferenciados.
En este sentido, parece haber una
sensibilidad social creciente sobre la necesidad de mejorar la situación, y así
empieza a aparecer frecuentemente en los medios de comunicación, si bien hasta
ahora de manera parcial, limitada a algunos tipos de problemas más fáciles de
relacionar con los efectos de la pandemia (cuadros de ansiedad y depresión con
dificultades de atención pública no exclusivamente farmacológica, suicidio en
adolescentes, etc.) y lamentablemente acompañados de presiones corporativas y en
ocasiones de algún tipo de manipulación política, con escasa audiencia de los
expertos.
Actualmente, dentro de las perspectivas
de mejora de nuestros sistemas públicos, el Ministerio de Sanidad, Consumo y
Bienestar Social, manifiesta su propuesta de enfrentar el problema mediante la
actualización de la tradicional Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional
de Salud, cuyas anteriores versiones (la primera y más consistente en el año 2006)
han tenido hasta el momento escasos resultados prácticos, dado que la
Estrategia ni va acompañada de Presupuesto, ni es de obligado cumplimiento para
las CCAA, a pesar de tener que aprobarse en el Consejo Interterritorial. Pero,
además, presenta para ello el borrador de un documento en nuestra opinión
claramente inadecuado.
Aunque el análisis de la situación (incluyendo
problemas de salud, situación de los recursos públicos y resultados de sus
intervenciones) se enfrenta a graves dificultades por la insuficiencia de
nuestros sistemas de información, convertidos a su vez en uno de los problemas
necesitados de solución, no es difícil ponerse de acuerdo en algunas de las
carencias y dificultades más graves con que nos encontramos:
1.
Un número
importante de personas que presentan distintos tipos de problemas de salud
mental y que reciben una atención insuficiente y no siempre adecuada desde nuestros
sistemas públicos. Hay que diferenciar aquí grupos o categorías específicas de
problemas que exigen a su vez intervenciones diferenciadas, considerando especialmente:
a)
La fracción
mayoritaria, habitualmente agrupada bajo la denominación de Trastornos Mentales
Comunes (TMC), en referencia a síntomas de ansiedad, depresión y
manifestaciones somáticas diversas, y cuya atención corresponde
mayoritariamente a los Servicios de Atención Primaria con el apoyo de Equipos
de Salud Mental, en ambos casos pobremente dotados y con frecuentes
dificultades de coordinación.
b)
Un grupo menos numeroso,
pero necesitado de abundantes recursos sanitarios y sociales, de lo que solemos
denominar Trastornos Mentales Graves (TMG), agrupando problemas de tipo
psicótico, frecuentemente afectados por el estigma y la discriminación y cuya
atención intersectorial (salud, servicios sociales, empleo, etc.) tiene también
graves carencias.
c)
Algunos problemas
que afectan de manera más específica a determinados sectores de la población (niños
y niñas, adolescentes, mayores, personas con discapacidad residentes en
recursos sociales o en instituciones penitenciarias) y que tampoco reciben la
atención necesaria.
d)
Y el eterno
problema de las adicciones, con todavía algunas CCAA en las que su atención
queda fuera del sistema sanitario.
2.
Unos sistemas públicos
de atención que presentan a su vez graves deficiencias en distintos aspectos
importantes y que tampoco encuentran solución en un sector privado más parasitario
que alternativo:
a)
Una gran
disparidad de estructura, dotación y funcionamiento de los servicios sanitarios
y sociales de las distintas CCAA, diversidad que es especialmente significativa
en el caso de recursos sociales para personas con TMG y de recursos específicos
para adolescentes.
b)
Una clara infradotación
de profesionales según estándares europeos razonables (de países con sistemas públicos
comunitarios de atención, como los Países Nórdicos, el Reino Unido o Italia).
Infradotación general pero especialmente llamativa en categorías profesionales
especialmente indicadas para una atención integral y no predominantemente
farmacológica (Psicología Clínica, Enfermería especializada, Terapia
Ocupacional…). Y ante la que resulta inexplicable la recientemente conocida
pretensión ministerial de disminuir un 25% el número de plazas MIR de
Psiquiatría, como “fácil” cobertura financiera de las de la nueva especialidad
de Psiquiatría infantil.
c)
La persistencia en
muchos territorios de formas arcaicas de servicios que según la Ley General de
Sanidad estaban llamados a desaparecer, como es el caso de los Hospitales Psiquiátricos
y que no solo persisten, sino que se acompañan crecientemente de nuevas formas
de institucionalización de parecidos efectos.
d)
Y la ausencia de
un sistema de información común que permita conocer los perfiles cuantitativos
de los problemas, de la estructura, dotación y funcionamiento de los recursos y
de los resultados obtenidos con ellos. Situación que caracteriza al conjunto
del país y a sus distintas CCAA, con mecanismos parciales y carentes además de
criterios similares y susceptibles de comparación.
3.
Una orientación
predominante de la atención basada en gran parte en modelos inadecuados y
parciales, con empleo mayoritario de fármacos y en ocasiones faltas de respeto
a algunos derechos humanos básicos de las personas atendidas (poco respeto
personal, abuso de la hospitalización involuntaria y de las sujeciones
mecánicas, además de otras formas de discriminación incluso legales). A este
respecto y como excepción y avance, hay que señalar la importancia de la
reciente modificación de la legislación relativa a la protección legal de
personas con discapacidad, que elimina formalmente y de manera progresiva los
procedimientos de incapacitación y tutela.
Ante esta situación, la
iniciativa ministerial de la Estrategia corre el riesgo de no solo no
solucionar nada, sino de enmascarar y cronificar los problemas, con una imagen
ilusoria de abordaje de los mismos, de corto recorrido pero que nos haría
perder una oportunidad histórica de encauzar una solución real:
a)
Por un lado,
porque el instrumento “Estrategia” resulta cuando menos de utilidad limitada,
como tuvo que reconocerse en su día en la evaluación de la primera, en la que
prácticamente ninguno de los objetivos y recomendaciones centrales referidas a
la atención, fueron implementados de manera sustancial por las distintas CCAA.
Hay que recordar, a este respecto, que, a diferencia de un Plan, una Estrategia
formula recomendaciones, pero no establece los mecanismos financieros y
administrativos que permiten cumplirlas.
b)
Pero, además, en
este caso, porque el documento presentado tiene deficiencias importantes en
muchos aspectos, desde el pobre y parcial análisis de la situación y la escasamente
justificada formulación de las líneas prioritarias de actuación, hasta el
inventario excesivo y poco trabajado de objetivos y recomendaciones y la
insuficiencia de los mecanismos de evaluación propuestos. Condicionado también
por las limitaciones y la escasez de componentes del actual equipo de asesores
técnicos del Ministerio en este terreno.
Por esas razones pensamos que lo que necesitamos es
bastante distinto. Así, en un momento especialmente interesante, en que desde el
Gobierno se pretende impulsar una agenda de modernización y refuerzo de
nuestros sistemas públicos de atención sanitaria y social, lo que procede en
nuestra opinión es que el Ministerio:
1.
Detenga el
proceso de revisión de la Estrategia y deseche el borrador ahora presentado, por
considerarlos absolutamente inservibles para enfrentarse coherentemente a los
problemas de la atención en salud mental.
2.
Proponga al
Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud la adopción de un Plan
de actuación urgente que trate de paliar los problemas más importantes,
especialmente puestos de manifiesto con la pandemia. En concreto se trata de:
a)
Insistir en el
impulso a una atención personalizada, participativa y respetuosa con los
derechos humanos.
b)
Reforzar la
Atención Primaria, nivel sanitario base y soporte de la salud pública y sus
problemas, en los que se incluyen un gran número de trastornos mentales que no
requieren intervenciones especializadas.
c)
Incrementar el
conjunto de los recursos públicos de atención sanitaria especializada en Salud
Mental, con énfasis preferente en aquellas categorías profesionales menos
representadas y más relacionadas con los grupos de población de problemas más
relevantes (TMC y TMG). Para lo que resulta imprescindible además aumentar (y
no disminuir) el número de plazas anuales de formación especializada (MIR, PIR,
EIR).
d)
Establecer
programas de actuación conjunta de estos servicios con la Atención Primaria, para
la atención no farmacológica a los TMC, basados en modelos de colaboración.
e)
Definir de manera
homogénea y con criterios de calidad (como apoyo a la recuperación) los
recursos adscritos al Sistema para la Autonomía y la Atención a la Dependencia
referidos a personas con TMG e incrementar su dotación.
f)
Y establecer un
mínimo Sistema de Información en todas y cada una de las CCAA, con criterios
similares y comparables, así como un procedimiento periódico de análisis
conjunto y difusión de la información obtenida.
3.
Y ponga en marcha
un proceso a más largo plazo, que permita reevaluar seriamente la situación y
proponer un abanico de medidas incluibles en un auténtico Plan Integral de Salud
Mental a nivel estatal, de carácter intersectorial y acompañado de sus correspondientes
recursos financieros, administrativos y legales. Para lo que es necesaria la
creación de un Grupo de Trabajo amplio, diversificado, representativo y
técnicamente cualificado, con una dirección responsable por parte de un o una
profesional con claras competencias en el tema.
Agosto 2021
Firmado por (orden
alfabético):
José Carmona Calvo, Mercedes Castro García, Francisco Del
Rio Noriega, Eudoxia Gay Pamos, Margarita Laviana Cuetos, Marcelino López
Álvarez, Iñaki Markez Alonso, Ander Retolaza Balsategui, Francisco Rodríguez
Pulido, Antonio Tarí García, Amalia Tesoro Amate.
Firmado posteriormente por (orden de firma):
Mariano Hernández
Monsalve, Manuel González de Chávez, Begoña Olabarría González, César Sanz de
la Garza, María Jesús Gómez Rodríguez, Carmen Carrió Rodríguez, Fernando
Mansilla, Consuelo Escudero Álvaro, Amparo Belloch Fuster, Marisol Filgueira
Bouza, Ana Martínez, Ana Castaño Romero, Óscar Martínez Azumendi, Pedro Pérez,
Regina Bayo-Borrás Falcón, Jorge L. Tizón García, Guillermo Rendueles Olmedo,
Federico Menéndez, Ana Moreno Pérez, Raimundo Mateos, Manuel Desviat Cejudo,
Carmen Ferrer Dufol, Francisco Chicharro Lazcano, Josep M. Comelles Esteban,
Mari Fe Lozano, Víctor Aparicio Basauri, Cándido Polo Griñán, Fernando Colina
Pérez, José Manuel Lalana Cuenca, Antonio Espino Granado, Laura Martín
López-Andrade, Alberto Fernández Liria, Fernando Paredes Rodríguez, Florencio
Moneo Martín, Ramón Área Carracedo, Bittor Puente Pazos, M. Luisa
Sánchez-Castellanos, Patricia Insua Cerretani, Rosa Gómez Esteban, Mikel
Munarriz Ferrandis, Silvestre Martínez Benítez, Antonio Sariego Morillo, José
Mª Redero San Román, Juan Antonio Estévez Salinas, Selma Franco Salonia Amin,
Marisa Terradillos Basoco, Bartolomé Ruiz Periago, Francisco Valdivia Muñoz,
Laura Medina Garrido…
Asociación Española de
Neuropsiquiatría/Profesionales de Salud Mental (AEN/PSM)
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