Sobre (in)seguridades, pertenencias y libertad
en tiempos de pandemia
José Leal Rubio. Psicólogo
Clínico. Psicoanalista.
Consultor y
Supervisor Clínico e Institucional en Servicios de Salud Mental y S.Sociales .
Estas reflexiones surgen de la
lectura del artículo "Cambios en la Era Covid. Enseñanzas de la
crisis" de Amalia Tesoro publicado en este espacio de reflexión e
intercambio y de las aportaciones al mismo que hace Ander Retolaza.
Ambos señalan muy bien la gran
variedad de emociones que surgen a partir de la aparición del coronavirus y que
nos remueven profundamente tanto individual como colectivamente. Aunque quiero
añadir, no a todos por igual porque hasta en eso los más vulnerables y mucho más
los mas vulnerados (suelen coincidir) reciben peor parte. De ahí que convenga señalar
que esta crisis no nos afecta a todos por igual.
Comparto plenamente con ambos
ese conjunto de palabras que expresan emociones: inquietud, miedo, inseguridad,
incertidumbre, fragilidad, etc., y el riesgo que señala Amalia de quedarnos
atrapados en una especie de añoranza de un pasado que fue planteado como seguro
y del riesgo también, que plantea Ander de qué va a pasar con las seguridades
que desfallecen y que son tan necesarias para vivir. Comparto ambas preocupaciones: la primera
porque ya hay indicadores que hablan de una relativización de lo que está
sucediendo y porque sabemos de la negación como mecanismo psíquico y también de
la idealización como manera de restituir -engañosamente- la completud perdida y
restaurar confianzas deslumbrantes.
Comparto que la única salida frente a estos riesgos es una ética
feminista, la ética del cuidado, del reconocimiento de todos como seres
vulnerables y necesitados unos de otros para hacer frente a tantas adversidades
como son las actuales y las que vendrán.
La frecuente expresión actual
de "más vulnerables” para referirse a una población -muy grande-
especialmente desfavorecida es bastante nueva.
Quiero ser optimista y pensar que en tanto hablamos de más vulnerables estamos
construyendo la idea de que existen personas más y menos vulnerables pero que
entre ellos estamos todos. Que nadie es invulnerable y que la diferencia
respecto a la vulnerabilidad que nos constituye (porque es esencia y no contingencia)
está determinada por mil factores entre los que medios y condiciones de vida
son muy importantes. Por eso en las
crisis los más vulnerados o heridos son los que más carencias tienen. La crisis
ha evidenciado algo que era evidente pero que, al parecer, muchos ignoraban,
cerraban los ojos o callaban: que la pobreza, (1) también en nuestro país,
afecta a una muy amplia capa de la población. Y que el gran capital, los fondos
buitre y el liberalismo salvaje, asolan al mundo y amenazan, con sistemas
productivos inhumanos y consumos desaforados, la coexistencia entre los pueblos y
el desarrollo de la propia naturaleza.
Las desigualdades, abonadas
por ese liberalismo que Amalia y Ander señalan muy bien son una amenaza a la
libertad; no son efecto de la libertad sino del abuso. Y aquí quiero añadir
algo a lo que plantea Ander sobre la libertad, la seguridad y la pertenencia.
El problema de la
"ideología liberal” no es que pone a la "libertad como valor supremo"
sino que lo que pone por delante es su libertad a cualquier coste, incluido el
abuso del otro a quien somete con sus leyes al estilo del padre de la horda
primitiva del que habla Freud creo que en Tótem y Tabú. Porque es que la
libertad es, en verdad, un valor supremo.
Escribe Cervantes (2): “La libertad, Sancho,
es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella
no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la
vida...". De hecho, su defensa ha
costado muchas vidas en el entendimiento de que ésta, aún siendo un bien
valioso, está en otro rango que la libertad.
Pero es verdad el ejercicio de la libertad debe ser cuidado de modo que
sea compatible con otros grandes valores, la dignidad, la justicia, el respeto,
la autonomía, etc. Lo recogen las
Constituciones en su primer punto.
Continúo con alguna
controversia con Ander en que la autonomía como valor esté en el mismo rango
que la seguridad y la pertenencia aún reconociendo que estas son necesidades
humanas muy importantes. Y tampoco creo que sin seguridad no hay libertad; más
bien al contrario, pienso que sin libertad no hay seguridad. Sé que es muy complicado expresarlo muy
taxativamente porque son temas que requieren muchos matices. Bauman, (3) en su
introducción a su libro "Libertad" dice “en la libertad hay más de lo
que parece a primera vista." Más adelante añade: "la libertad es más
que la falta de restricciones".
Creo que las condiciones para su ejercicio deben ser igualitarias; que
los sujetos han de haber internalizado las normas necesarias para vivir en
comunidad y acordadas por ésta (ese debe ser el efecto de la educación y de una
"educación para la libertad", como decía Freire (4) y que ha de haber
una instancia por encima de cada sujeto que intervenga con los sujetos que
infringen y lo hagan dentro de un marco de derechos consensuado. La sociedad
del neoliberalismo es lo más parecido a una sociedad sin Ley porque no vela por
la igualdad, por la justa distribución de la riqueza, exige el sometimiento a
las condiciones de contratación y favorece la idea de que la mayor expresión de
la libertad es el consumo. Cuando pasa eso,
la sociedad, los sujetos están amenazados por el desamparo ante el abuso de los
detentadores del poder político, económico, etc. El liberalismo no es el ejercicio de la
libertad como el individualismo no es el ejercicio de la individualidad sino un
modo inadecuado y dañino de ejercerla.
Creo que estos son temas que
quedarán abiertos, necesitados de reflexión tras estos momentos de
trastocamiento de prioridades y de, en alguna manera, suspensión de derechos
individuales y colectivos. Es decir,
será necesaria una reflexión ética y política en el sentido de la polis griega
no de los partidos. Porque el riesgo es la exaltación de la seguridad como
valor supremo -que no lo es- y la búsqueda de liderazgos salvadores que
ofrezcan un aumento de seguridad -engañosa- al coste de una restricción de la
libertad o mejor, de las libertades. Si
bien la seguridad no es un valor supremo es un derecho y una necesidad humana
que debe ser cuidada con esmero. Su ausencia puede generar sentimientos de desamparo
que llevan un alto sufrimiento. Pero aquí vuelve otra pregunta ¿qué seguridad?
¿seguridad de que?
Coexisten el duelo por el
pasado, confusión por el presente e incertidumbre por el futuro. Pero la
ventaja de este sobre los otros es que "deja un amplio espacio para la
elección y la acción humana." (3) Por eso que es imprescindible sentir
incertidumbre ante el futuro porque no hay ningún saber honesto que pueda
predecirlo porque depende de la acción humana y de las vicisitudes de la
naturaleza que no siempre podemos controlar. Y porque siempre es posible el
error. Este forma parte de los efectos de una elección libre pero también
existe la posibilidad de aprender del error, de reparar y de reconducir la
acción en busca de mayor éxito. Esta
confianza es la que hemos de construir y en ello tienen un inmenso valor
quienes concretan la acción política y que, si son honestos, no pueden prometer
lo imposible porque eso es engañar. Ningún saber honesto puede predecir el
futuro.
Que el futuro es siempre incierto
es una de las enseñanzas de esta crisis y que la solución a las incertidumbres
no pasa por ofrecer garantías imposibles sino por construir un presente en
igualdad para todos y el aseguramiento de que en las adversidades estaremos
unidos.
Muy atractivo también el tema
de la pertenencia. Y aún más si lo unimos a la construcción de las
identidades. Es muy espinoso porque
habría que definir pertenencia a quien, a donde, a qué grupo o colectivo. Yo procuro hablar de pertenencias porque son
muchas las que nos constituyen. Y muchas las que nos excluyen.
Yo creo que hay un cierto
enfrentamiento entre dos tipos de lógicas: la de la pertenencia y la de
ciudadanía. "Cada una de ellas da lugar a valores distintos, incluso
opuestos. La lógica de la ciudadanía se
sustenta en el principio de legalidad mientras que la lógica de la pertenencia
lo hace en el de fidelidad; en ésta el sujeto se diluye y el peso corporativo
aumenta. Por el contrario, la lógica de la ciudadanía reconoce el valor
singular del sujeto independientemente del peso que tenga su grupo de pertenencia.
En la lógica de la pertenencia siempre pierden los sujetos más frágiles o los
que tienen menos capacidad de organización, decisión y poder". (5) Muchas pertenencias "asignadas" son
fuente de estigma y descalificación.
Quizás lo que importe sea
construir un sentimiento de sororidad que aporta Amalia y fraternidad que
facilite la acogida en la diversidad de cada uno, que nos haga sentir que formamos
parte de una comunidad que es una comunidad universal, que amplía el marco de
la ciudadanía (6) política. Que importa dar
y recibir hospitalidad siempre y más especialmente en tiempos de infortunio
porque nadie está exento de la angustia de lo inexplicable y de las
incertidumbres del no saber exactamente ni que pasa ni que pasará. Como señala
Amalia, la añoranza de un pasado de certezas, además de que no es verdad, no
construye nada. Ojalá una buena gobernanza como, señala Ander, y la
responsabilidad de cada uno hacía sí y hacia los demás allane el camino para la
recuperación de la confianza suficiente para afrontar la vida en común y sus vicisitudes.
Frente a la adversidad por la
que atravesamos es necesario la reforma de los valores y el cultivo de lo
humano.
1.- Leal, J. La pobreza…y
mientras tanto. Catalunyapress. Barcelona. 17 de febrero de 2020
1.- Bauman, Z. Libertad. Buenos Aires, Losada 2007
2.- Cervantes, M. Don Quijote
de la Mancha. RBA Ediciones. Barcelona, 1964
3.- Freire,E. La educación
como práctica de la libertad. Ed. Siglo XXI. México, 2009
4.- Leal, R. Celebración de la
diferencia y elogio del desarraigo: identidades, migraciones, salud mental y
derechos humanos (I-II) Intercambios, Papeles de Psicoanálisis. nº 37.
Barcelona dic. 2016. nº 38 Barcelona, junio, 2018.
5.- Saraceno, La ciudadanía
como forma de tolerancia”. En Quaderns de Salut Mental nº 1, Barcelona, 2002
Post scriptum.
Cuando estaba terminando este
escrito me llama un amigo. Ayuda
voluntariamente a dos personas mayores de 85 años que viven en su misma
escalera solos y no tienen a nadie que les cuide. Angustiados desde el inicio
de la pandemia llaman cada día varias veces a su médico que les cobra 150 Euros
por respuesta. Desde el inicio de la pandemia tienen una muy fuerte angustia
por la salud que intentan resolver a través de alguien que abusa de la buena
situación económica que tienen.
Su hija fue contratada junto
con bastantes personas más para trabajar en un hotel convertido en residencia
para personal sanitario. Salvo ella
todas han sido despedidas y es entonces cuando han descubierto las
infracondiciones de los contratos, lo que añade malestar a los tratos inadecuados
que han recibido. Lo mismo que ha pasado en el llamado "hospital de
campaña" del Ifema y en tantos otros sitios.
Me inquieta más la certeza de
que esto pueda continuar así que otras incertidumbres.
Muy interesantes tus matices, Pepe, gracias por contribuir a hacer de este blog una reflexión compartida.
ResponderEliminarMuchas cosas se podrían debatir sobre tus aportaciones, pero quiero hacer énfasis en el concepto de "los vulnerables".
Creo que para tener conciencia individual de pertenecer a "los vulnerables", primero tenemos que tener conciencia de haber sido vulnerados. En nuestra salud, en nuestras necesidades materiales, de afectos o relacionales.
Sin embargo desde un punto de vista social ¿Quién de entre nosotros no ha sido vulnerado? ¿quien no tiene lo reconocido como "punto débil" incluso en esta sociedad patriarcal, narcisista y negadora de las debilidades como ideal del yo individual y colectivo?
Hay ya demasiados indicadores sociales de una peligrosa tendencia por una parte de la sociedad a negar la vulnerabilidad, como para ser optimista en que penetre como valor social la ética de cuidados.
Sin embargo, no son los que hacen más ruido los que deciden. Creo que todavía no está escrita la última palabra y que aunque en gran parte depende de los líderes políticos y sociales como saldremos somo sociedad de esta crisis, también depende de nosotras y nosotros. Tanto de la capacidad que tengamos de llevarla a la práctica como de crear opinión como Sociedad Científica.
El concepto "vulnerabilidad" está teniendo en este tiempo una especial relevancia y, muy especialmente, porque las circunstancias han hecho que todos nos sintamos frágiles y expuestos a riesgos mas intensos de lo que muchos habían sentido hasta ahora. Otros, los ahora llamados mas vulnerables estaben en la categoría "asistencial" de vulnerables casi dando a entender que quienes no necesitaban los soportes (sanitarios, sociales, etc.) no lo eran. Eso sacaba a muchos de la conciencia de que aquello que ahora le pasa al otro me puedo pasar a mí porque también soy vulnerable. Eso nos coloca en una relación de reciprocidad y mutuo cuidado. Para muchos esa conciencia de vulnerabilidad es muy débil y, quizás por insoportable, la tapan conuna fantasía de invulnerabilidad o con la idea mágica de alguien todopoderoso que proteja totalmente. Esa conciencia de haber sido vulnerados que señalas es una vivencia de una gran profundidad que tiene efecto estructurante en el sujeto y que le hace reconocerse como un sujeto en falta. Son muy precoces esas experiencias y acompañadas hacen que nos vayamos reconciendo como sujetos incompletos frente a la completud fálica que es lo que sostiene el discurso machista tan socialmente instaurado. Uno es completo y la falta está en el otro. Eso es lo que estamos viendo estos dias, la cruda emergencia del discurso prepotente, descalificador, despectivo y la apelación a la épica de quienes se creen que pueden salvarnos porque tienen el saber y el patrimonio de las certezas, además de otros patrimonios. Estos pasan facilmente de la épica a la hípica. ¿Han tenido conciencia de haber sido vulnerados? Quizás sí pero lo atribuyen a la incompetencia del otro huyendo así de la experiencia humanizadora de que somos faltos y necesitados del otro que tampoco es completo. Mas que un ideal del yo lo que buscan es un yo ideal o un nosotros ideal, completamente narcisista que se sostiene en la idealización, siempre engañosa.
ResponderEliminarHay momentos en la vida en que algún suceso nos coloca ante la evidencia de pérdida: la enfermedad, la muerte de un ser querido, un desengaño, la pérdida del empleo, la migración, la guerra, etc. Te preguntas muy bien ¿quien de nosotros no ha sido vulnerado? Difícil la respuesta. Si pedimos auxilio a la teoría podemos acercarnos a una : aquel que no se ha enterado de que tener no es ser, es decir, que no resolvió bien esa etapa de superación de la supuesta omnipotencia fálica. Pero tambien podemos preguntarnos ¿que hemos hecho con la herida? ¿Cual es su huella? ¿Quien ha estado ahí para poner bálsamo, para buscar la cura? La resonancia íntima, magnífica expresión de Julia Kristeva, de esos hechos es singular para cada sujeto así como la posibilidad transformadora que tiene el hecho o la capacidad devastadora del mismo. Cada uno sale como puede, depende de sus predisposición, su estructura y su contexto. Soportar la incertidumbre de saberse vulnerable es difícil y para muchos es como una posibilidad pero remota. Ya se encarga la publicidad y los diversos eslóganes de reiterarlo: todo es posible, just do it, no renuncies a nada, no hay límites, querer es poder, etc., que hacen mella en las estructuras mas débiles y que vemos en la clínica comopatologías del acto y la frontera.
Soportar el dolor de la herida es muy difícil y mas cuando esta es sentida como vergonzante, estigmatizadora o no hay quien apoye.
Desde la perspectiva machista la ética del cuidado es una blandenguería porque, lo señalé en otro trabajo, ellos se mueven en la épica ("lo grandioso, lo extraordinario" ) y los cuidados se mueven en el campo de la lírica ("que expresa emociones y sentimientos profundos") y en el cultivo de lo humano y la cotidianidad y la hospitalidad de todo aquello que es lo humano y que, señala bien Derrida" siempre es un acto poético.
(Continuación del texto anterior que nopoidía ser enviado entero.)
ResponderEliminarUno de los mayores errores que podríamos cometer es la nostalgia por la supuesta normalidad perdida y la vuelta a la misma "como si esto hubiera sido un susto" del que hemos sido salvados heroicamente. Volver a esa normalidad es enterrar lo que esta crisis sanitaria ha desvelado: las tremendas miserias de un sociedad de la opulencia y el consumo y de un desarrollo de unos cuantos a costa del deterioro y retroceso de muchos.
Frente a la nueva normalidad, una normalidad nueva donde quepa la diversidad dentro de la igualdad de derechos.
La poesía acierta tantas veces....
"Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Y sus troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
......
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo mas altos, mas alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es tronco
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.
“Adverbios de lugar”
Juan Vicente Piqueras