LA EPIDEMIA DEL COVID-19 Y LA SALUD MENTAL COMUNITARIA.
LA EPIDEMIA DEL COVID-19 Y LA SALUD MENTAL COMUNITARIA.
PLATAFORMA DE SALUD MENTAL DE
ARAGÓN
Queremos
mostrar desde aquí nuestro reconocimiento a todos los profesionales sanitarios
y no sanitarios que están teniendo que realizar su labor en condiciones muy
difíciles y afrontando no solo la asistencia sino las dolorosas situaciones
emocionales en las que nos sumerge esta pandemia.
Nuestro
escrito trata de abordar, con un enfoque crítico, la respuesta a los efectos
del coronavirus y más específicamente la respuesta asistencial que se está
dando a los usuarios de los recursos de salud mental. Analizamos el modelo de respuesta que se ha
dado hasta ahora y se dará previsiblemente a sus necesidades, si no anticipamos
las posibles consecuencias.
Los
efectos traumáticos que está teniendo la situación creada por la pandemia del
coronavirus con sentimientos de irrealidad acompañantes, de detención del
tiempo, de cambio radical de nuestras condiciones de vida, no nos pueden hacer
olvidar los problemas en “los que estábamos antes”: endeble planificación de la
asistencia complicada con la incorporación de los nuevos profesionales,
problemas de espacio en algunos Centros de Salud Mental (CSM), preocupación por
las prácticas coercitivas en salud mental, listas de espera, etc. Si bien los
acontecimientos nos traen de forma alarmante nuevos problemas, los anteriores
van a seguir estando ahí cuando se vuelva (si es posible) a la “normalidad”,
probablemente corregidos y aumentados.
Queremos
subrayar cómo la novedad, lo “traumático” de la situación de pandemia podría
impedir visualizar la intensificación y amplificación de tendencias previas, ya
sea en las problemáticas personales, vinculares, sociales y organizativas ya
sea en los modos de afrontarlas y tratarlas. En lo relativo a la atención a la
salud mental hay una escotomización que se produce principalmente de dos
maneras:
Por una suerte de
“biologización de los problemas que acaba por tecnificarlos y despolitizarlos”
y mediante la instalación en el imaginario
colectivo de lo que se ha llamado una “retórica delegativa de lo común”1,
que dificulta la reflexión sobre la nueva situación en lo que tiene de novedoso
y en lo que tiene de reagudización de tendencias que ya valorábamos como
negativas (“regresión a los antiguos modelos asistenciales dominantes”).
-
El
necesario confinamiento ha obligado a tomar medidas urgentes que por sus
propias características implican la dificultad de las actividades presenciales,
pero la priorización de la atención hospitalaria y el relegamiento a segundo
(¿tercer, cuarto?) plano de la atención comunitaria, en CSM y servicios de
rehabilitación comunitarios, no serían ninguna novedad debida a la pandemia.
Frente
a esta nueva situación que amputa radicalmente el contacto interpersonal
directo, o lo reduce a mínimos, y los efectos que ello puede tener en el modo
de vivir y de existir, se nos sugiere como nueva fórmula de abordaje la
indiscriminada respuesta que remite al
teletrabajo. En el plano asistencial supone la privación de las intervenciones
presenciales y colectivas, con el agravante de que en la gran mayoría de los
recursos no se disponía, ni se dispone, de medios telemáticos; y con la
ausencia de medios y de conocimientos para su utilización por buena parte de
los pacientes a los que atendemos. No desdeñamos la utilidad de las nuevas tecnologías,
que en la situación de alarma nos permite unos mínimos, pero somos conscientes
de sus limitaciones y riesgos en las relaciones interpersonales.
Se
hace necesaria, como paso previo a la toma de decisiones en la asistencia, una
reflexión sobre la trascendencia de esta situación traumática, que corremos el
riesgo de que se haga crónica. Cómo afecta según nuestros conflictos interiores
previos, a las distintas estructuras psicopatológicas con las que los humanos
nos defendemos del sufrimiento, los diferentes tipos de conflictos vinculares
en los diferentes ámbitos, unos más importantes en estos momentos que otros:
pareja, familia (recordemos los estudios de “emoción expresada”) 2,3;
cómo afecta a nuestros sueños, a nuestras diferentes producciones psíquicas.
En
el plano de los efectos psíquicos más concretos del coronavirus observamos una
particular “neurosis de guerra” en la que las personas experimentamos en
distinto grado sentimientos y vivencias similares a los que presentan las
personas con trastornos psicóticos: sentimientos de amenaza (la vida y la
muerte pueden estar a la vuelta de la esquina), paranoia (contaminar o ser
contaminado, cualquiera puede ser un peligro), aislamiento afectivo, incluso
distanciamiento de la realidad. Sumándose duelos a menudo complicados, por
pérdidas inesperadas. Esta situación,
que puede agudizar conflictos previos, se complica por la falta de las
alternativas de evasión que esta sociedad consumista de forma bastante
interesada nos oferta y a las que estamos acostumbrados.
Volviendo a la asistencia en salud mental, lo
más fácil, y probablemente el mayor riesgo, sea regresar al uso exclusivo de
los viejos esquemas en términos de incremento de la incidencia de patología
mental del modo reduccionista del que hablamos arriba. Al fin y al cabo, los
profesionales, afectados también por el trauma colectivo, podemos/pueden tender
a la repetición automática.
Es
necesario pensar, además de atender las posibles descompensaciones personales,
que lo que la población está padeciendo y padecerá es un incremento del sufrimiento, que sería conveniente ayudar a canalizar en lugar de cuantificar y
catalogar. De lo contrario sólo lograríamos prolongar los sufrimientos a la vez
que condenamos a un desbordamiento nuestro sistema de atención, dada la
envergadura de la conmoción social. Canalizar en la medida de lo posible de
manera colectiva, sin patologizar a
la población desde un inicio. Si bien el sufrimiento tiene que ser escuchado y
elaborado, la atención individual no es la única vía y no siempre lo más
beneficioso es hacer una lectura individualista de dicho sufrimiento. Nuestra
propuesta es que hay que garantizar el
abordaje psicosocial comunitario superando el enfoque médico reduccionista
de síntomas- diagnóstico- fármacos. Planteamiento que no ignora las
consecuencias sociales de la llegada del COVID-19 con sus
particulares eventualidades en cada caso.
Otro
problema al que deberíamos estar atentos en esta nueva situación es a una
posible vuelta de tuerca en lo relativo a la restricción de derechos de los
pacientes psiquiátricos con trastorno mental grave (TMG), diferenciándolos como
población del resto de la ciudadanía. Y justificar la diferencia en la
atribución de que no son capaces de entender y valorar los peligros; y cuya
conducta, en contadas ocasiones imprevisible, puede ser valorada como un riesgo
intolerable ahora. Es la vieja hipótesis de la violencia de los enfermos
mentales contada de otra forma.
Esto
no es contradictorio con la discriminación positiva en lo relativo a las
normativas de confinamiento.
Si
bien en el pasado reciente hemos puesto de manifiesto las deficiencias a la
hora de la planificación asistencial, consideramos de obligado compromiso hacer
un esfuerzo mayor de reflexión y planificación unificada de la asistencia en
estos nuevos tiempos que nos va a resultar necesario recorrer, plagados aún de
incertidumbre. No somos partidarios de
confinar el pensamiento.
Esta
reflexión tiene en cuenta algunos PELIGROS
que la nueva situación puede incrementar:
·
Habrá que estar
atentos al peligro de vulneración del respeto a los derechos humanos de las
personas con enfermedad mental, como resultado de la priorización de la
salud biológica, que de un modo u otro nos cosifica.
·
Habrá que estar
atentos a que pueda resultar dañado el modelo comunitario, dando lugar a un
nuevo incremento del predominio de lo hospitalario.
·
Habrá que estar
atentos al peligro de una sustitución ilusoria de la asistencia individual y
colectiva presencial por modelos asistenciales basados en la telemática (la telemática como metáfora de un modelo biologicista
trasladado a la comunicación, medicalizado, y desubjetivador de la asistencia).
Se hablaba
en el modelo comunitario de abolir la distancia con el enfermo, no de tenerlo a
distancia. No es posible
sustituir así la relación, instrumento principal de la terapia y también de la
asistencia, la valencia socio terapéutica y rehabilitadora de frecuentar un
Centro de Salud mental o un Centro de día.
·
Habrá que estar
atentos a que no se refuerce la “jerarquía de los expertos”, que la pequeña
amplitud democrática lograda en torno a la salud mental como problema colectivo
(profesionales, usuarios, familiares y ciudadanos) no se vuelva a cerrar.
·
Habrá que estar
atentos a que no se cuele el abandono bajo el pretexto del riesgo de contagio.
·
Habrá que estar
atentos a la sobremedicación, otra posible forma de abandono con etiqueta
terapéutica, so pretexto de su rápida acción y la presión asistencial.
·
Habrá que estar atentos al riesgo de
“incapacitar”, legalmente o de hecho, a las personas con trastorno
mental, tomando decisiones sobre su vida como si fueran incapaces.
·
Habrá que estar
atentos al fomento del individualismo en la comprensión de las problemáticas y
de la asistencia: riesgo de psicologización y psiquiatrización de los problemas
colectivos.
·
Habrá que estar
atentos a que no se cuele, en fin, el doble rasero con el que se trata tan a
menudo el grave problema de las adicciones.
Como
Plataforma nos planteamos en esta nueva situación los siguientes OBJETIVOS y
PROPUESTAS:
-
Reivindicar la salud mental comunitaria como un servicio esencial, en la fase
de desconfinamiento. (16/4/2020 “Más allá delQuédateEnCasa y otras épicas”. https://www.cuartopoder.es/ideas Javier
Segura).
-
Coordinar una red público-social (iniciativas ciudadanas surgidas al calor de
la epidemia) de acompañamiento telefónico y presencial apersonas en situación
de soledad, aislamiento o desamparo. Apoyarse en esas redes sociales
comunitarias y trabajar con ellas en la atención a los ciudadanos más
necesitados (enfermos mentales graves entre otros), incorporando teórica y
prácticamente en nuestros esquemas de intervención el valor del cuidado
comunitario.
-
Reforzar la cobertura (tanto telefónica, como presencial) para la prevención de
problemas de salud mental y la atención a las personas con diagnóstico de
enfermedad mental.
-
Evaluar cómo se está realizando en esta fase de confinamiento la atención a
personas con adicciones.
-
Reabrir los servicios de comedor o buscar soluciones alternativas que aseguren
la provisión de alimentos a la población enferma mental grave atendida con
anterioridad en esos servicios y a las personas nuevas que lo necesiten.
-
Reforzar la hasta ahora escasa atención domiciliaria en los dispositivos
comunitarios asistenciales.
-
Continuar denunciando aquellas situaciones asistenciales que consideramos
atacan una asistencia en salud mental pública, universal y de calidad,
reinvindicando la singularidad de cada paciente, de cada familia, de cada
colectivo y la importancia de lo relacional-afectivo de los tratamientos,
defendiendo los intereses de toda la población enfermada y de la ciudadanía por
encima de la disputa de recursos y
dispositivos concretos (en tiempos de crisis, ante la escasez, podemos ver
aparecer una contienda entre intereses particulares).
-
Realizar un seguimiento de la atención a los nuevos pacientes dada la situación
de estancamiento que se está produciendo en la atención en los CSM. ¿Cómo
articular la atención para que no se produzca una demora ya excesiva y atender
las necesidades en unos plazos razonables? Necesitamos realizar una prevención
selectiva priorizando los servicios e identificar quién los necesita más,
discriminando los perfiles psicopatológicos y las situaciones de mayor riesgo.
-
Detectar las problemáticas sociales de los pacientes más vulnerables (víctimas
sociales) que se van a agravar como consecuencia del incremento de desigualdad
por la crisis (desigual afectación por estrato social, etnia, género,
discapacidad).
-
Favorecer que la disminución de las restricciones del confinamiento alcance del
mismo modo a las personas con enfermedad
mental grave que están siendo atendidos en las unidades rehabilitadoras
o residenciales y que se han visto en este periodo de confinamiento
especialmente aumentadas.
- Buscar la mayor sinergia de los
servicios de salud mental con la red de AP, comunitaria, en el afrontamiento de
un problema común, como es la pandemia y sus consecuencias posteriores.
Continuar
la defensa de los derechos humanos, más difícil todavía en esta situación en la
que fácilmente vemos extenderse la visión de los enfermos mentales, siempre en
riesgo de exclusión, como ocasionales portadores irracionales del virus (bombas
biológicas), lo que supone un sobrestigma añadido.
Reivindicar que la atención a la
salud, a la salud mental y a un modo de vida digno no se consiga por la caridad
o beneficencia de algunos, sino desde el reconocimiento efectivo de los poderes
públicos como un derecho humano fundamental.
----------
1. García López, E. https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/04/12/por-un-pensamiento-no-confinado/
2. Leff, J. y
Vaughn, C. (1985). Expressed emotion in families: Its significance for
mental illness. Nueva York: Guilford Press.
3. Lemos,
S. y Muñiz, J. (1989). Expresión emocional familiar en la esquizofrenia. Investigaciones
Psicológicas, 6, 269-294.
Zaragoza, 1 de Mayo de 2020
Plataforma Salud Mental
de Aragón
Unos comentarios a tener en cuenta. Y más que nunca. Las cosas se pueden agravar tras la pandemia debido a los cambios esperables en la demanda asistencial. Desde mi punto de vista uno de los principales problemas que tenemos es que los Centros de Salud Mental han perdido (si es que alguna vez la tuvieron) su centralidad en la práctica de la Psiquiatría Comunitaria. La mayor parte de las veces se han convertido en simples consultorios donde se administran diagnósticos y tratamientos farmacológicos. Les falta perspectiva psico-social y comunitaria y son simples apéndices menores de la psiquiatría hospitalaria, caracterizada ésta por su reduccionismo biológico. Falta también un auténtico trabajo en equipo. Necesitamos un cambio radical. Necesitamos trabajar más desde una perspectiva preventiva y de salud pública, más preocupada por los cuidados y la rehabilitación. Mejor integrada con Atención Primaria y con servicios sociales y más abierta a las preocupaciones de pacientes, usuarios y familiares.
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