SOBRE LA "CLÍNICA DEL REENCUENTRO"
SOBRE LA “CLINICA DEL REENCUENTRO”
Antonio Tarí García. Psiquiatra.
“(...) a la plebe
manufacturera inglesa se le había metido en la cabeza la idea fija de que, como
ingleses, todos los individuos que la componen tienen por derecho de nacimiento
el privilegio de ser más libres y más independientes que los obreros de cualquier
país de Europa. Esta idea puede ser útil respecto a los soldados, porque
estimula su valor; pero cuanto menos estén imbuidos los obreros de las
manufacturas de tal idea, tanto mejor será para ellos mismos y para el estado.
Los obreros no deberían nunca considerarse independientes de sus
superiores”.J.Cunningham
Citado en El derecho a la pereza. Paul Lafargue.
Querría explicar antes
que nada el encabezado, dando las gracias a la compañera italiana Luciana
Bianchera por poner en mi conocimiento dicho término para recortar una serie de
fenómenos vinculados al retomar la actividad asistencial. Siempre me fascinó
esa capacidad que tienen los italianos de resumir en uno o dos vocablos de una
manera condensada y expresiva toda una problemática. La expresión en italiano es
"la clinica della ripresa", curiosamente en castellano ripresa tiene una diversidad de
traducciones, todas muy interesantes para este momento: reencuentro,
reanudamiento, reemprendimiento, recuperación.
Como pequeña reflexión
sobre esta clínica del reencuentro tomaré dos situaciones observadas que se
están dando en estas latitudes; ambas nos
muestran dos posibles caras de esta clínica del reencuentro, una caracterizada
por la resistencia a volver al trabajo después de haber experimentado el
confinamiento, la otra, caracterizada por la creatividad, y que permitiría la posibilidad
de redefinir y repensar el trabajo.
Me sorprendió la
noticia publicada en la que se informaba que el Gerente de una zona sanitaria
de una comunidad autónoma española, reprochaba a los profesionales que, con
ocasión del confinamiento por la pandemia, hubiera «numerosos casos de
desatención injustificada» a pacientes. Como ejemplos, citaba gente a la que no
se había atendido presencialmente en sus domicilios o cuya entrada en centros
de salud se había evitado. También afirmaba, entre otras cuestiones, que era
«muy importante no banalizar el resto de patologías» e incluso amenazaba con
sanciones si se volvía a tener conocimiento de estos hechos. (Diario ABC de la
Comunidad Valenciana 23/05/2020).
Más allá de las
complejidades de la pequeña política del asunto, quisiera tomar los hechos como
expresión de una dificultad real en
retomar la actividad asistencial (reencuentro con la Institución) por parte de
los profesionales y los equipos sanitarios y no sé si también sociales, cosa
que además observo de cerca en el campo de la salud mental en el que me muevo. Dicho
fenómeno podría comprenderse como una reivindicación de "El derecho a la
pereza" del que hablaba Paul Lafargue, por el real temor al contagio, o
porque aquellos acostumbrados a patologizar sin entender nada, lo atribuirían al
“síndrome de la cabaña sanitaria”. Si
bien todos ellos son factores que pueden contribuir al fenómeno, me gustaría
explorar alguna otra posibilidad.
Podríamos describir
dicha situación como de inhibición y parálisis como consecuencia de la
ambivalencia sentida frente al reencuentro con la tarea asistencial.
Ambivalencia conviene recordar siempre presente en la actividad de cuidar,
aunque estimulada por las pérdidas que el COVID y el confinamiento han
impuesto.
Manifestaciones de esta
ambivalencia detectamos en actitudes profesionales que parecerían negar la
necesidad del tratamiento psicológico, del cuidado de lo mental, incluso de la
patología física (como se observa en la atención primaria), como si el
coronavirus hubiera funcionado como un agujero negro que se traga todo lo
demás, hasta el punto de que en el discurso o por la vía de los hechos se trasluce
una negación de la propia utilidad profesional, del propio rol profesional.
La insatisfacción
experimentada en la vuelta a la rutina asistencial se exterioriza en
afirmaciones del tipo de que no se puede volver a lo anterior porque se hacían
muchas actividades innecesarias, intervenciones inútiles, sin sentido (sic) justificando con ello la atención no presencial a
los pacientes y argumentando la bondad de atender gran parte de las demandas
telefónicamente. Ante tales premisas surgen inmediatamente preguntas sobre la
necesidad de detallar cuáles eran estas intervenciones inútiles, así como cuáles
eran las motivaciones para realizarlas.
Considero que de las
respuestas surgirían problemáticas institucionales bien interesantes, y que en
caso de no hacerlas fácilmente se volvería a caer en ellas u otras similares.
Más allá de la necesidad de revisar prácticas ineficientes, siento que sobre
estas intervenciones “sin sentido” se están depositando los estados emocionales
muchas veces desagradables que se nos presentan en esta tarea de cuidar y
ayudar a los pacientes, y que la Institución no ayuda mucho a gestionar.
No sabemos si argumentos
similares también sirven a la Administración, que por fin ha encontrado en el
COVID el aliado perfecto para reducir las listas de espera, así como la demanda
asistencial. Asistimos a declaraciones rimbombantes y taxativas de las
autoridades como “La teleasistencia ha venido para quedarse”. Pero ¿es posible
hacer este tipo de declaraciones sin haber hecho ningún estudio ni dar tiempo a
reflexión siquiera sobre cómo ha afectado a la salud de la población la
ausencia de consultas en casi todas las patologías que no han sido la infección
por COVID? Sin haber evaluado mínimamente qué se pierde y qué se gana con la
teleasistencia ¿o solamente se gana?
Retomar las actividades
significa colocarse no solo frente a los aspectos novedosos de la situación
sino también frente a los viejos problemas, problemas viejos pero que este
periodo de confinamiento ha permitido experimentar con una mirada distinta,
como si el confinamiento hubiera roto la evidencia de lo obvio.
Como si el confinamiento,
la separación física de la Institución
hubiera permitido algún tipo de discriminación al menos con ciertas normas
implícitas de la Institución, o que la demora impuesta, hubiera permitido hacer
algún insight sobre el carácter frustrante de determinadas prácticas
asistenciales burocratizadas, impersonales, deslibidinizadas, rutinarias, produciendo
la falta de motivación para volver a ellas.
Esta “resistencia” a retomar la tarea asistencial, estaría menos
vinculada al cansancio que la tarea en sí provoca, como al modo no creativo de
realizarla como señala H. Foladori (gracias Federico) en un artículo dedicado
al Burn-out. Cada vez más, tanto en salud mental como en atención primaria,
quizás en la asistencia sanitaria y social en general, asistimos a una
robotización del trabajo, a la burocratización y rutinización, a la
normativización y protocolización de los procedimientos que frenan cualquier
iniciativa, generan frustración e impiden la capacidad de reflexionar a los
profesionales colectivamente. Podríamos decir que cada vez más desde la
Institución se ha ido solicitando a los profesionales una adaptación pasiva, lo
que hace que en un momento como este de una nueva situación asistencial los
profesionales se sientan desinstrumentados para afrontar una realidad nueva. No
sabemos en qué medida la tan ahora defendida, desde las autoridades
administrativas, teleasistencia no es un paso más en esta robotización del
trabajo.
Otro factor en este
fenómeno descrito es la consolidación en estos últimos años de una jerarquía
que se limita al intento de protocolizar normativamente la asistencia como modo
de abordar las ansiedades que surgen por la crisis de liderazgo y autoridad de esa
misma jerarquía. Se ha ido imponiendo en el campo asistencial la lógica del
hacer que excluye la posibilidad de pensar y sentir en la práctica asistencial,
y que ha ido generando la expectativa de que las decisiones y las soluciones
vendrán desde arriba, un arriba que remite a otro arriba interminable y que
coloca a veces a toda la organización en una situación que podríamos llamar de
procrastinación institucional.
Pero esperar todo de la
jerarquía cuando se afirma que ella es incapaz de ponerse manos a la obra
constituye una paradoja que condena a los profesionales y a los equipos a la inhibición
y a la parálisis. Dicha protocolización de la metodología de trabajo ahogó la
profundización de las preguntas, la intervención de los actores implicados, el trabajo
en equipo, de lo grupal, de lo colectivo, y ya sabemos que la cooperación entre
los integrantes del equipo es la principal garantía para poder evitar en el
acto de cuidar el distanciamiento y el rechazo de los pacientes que aparecerá irremediablemente
cuando la intensidad de sus necesidades entre en conflicto con las propias. Trabajo
en equipo no solo necesario para la realización de los objetivos asistenciales,
sino para poder ir configurando una identidad profesional activa y creativa.
Tenemos
el optimismo de lograr una solución, de encontrar algo distinto, una esperanza.
Pero una esperanza que no debe ser mesiánica, porque el mesías es siempre un
falso profeta. La esperanza debe estar en nosotros, como expresión de nuestras
contradicciones, porque el otro, el enfermo, es uno de nosotros. Franco Basaglia
El mismo
distanciamiento físico-social de la institución provocado por el confinamiento
al que atribuíamos la situación anterior descrita ha generado, en mi opinión contrariamente,
un aspecto muy positivo en este periodo de vuelta a la “nueva normalidad” en el
campo de la rehabilitación psicosocial. Se trata de ciertas experiencias
motivadas también por la confusión y desorientación que hemos experimentado los
profesionales en la nueva situación, que parecen estar abriendo la posibilidad
de acercarse a los usuarios- pacientes con una mirada “virgen” en torno a sus
necesidades, y especialmente a sus necesidades de agruparse (gracias Emilio). En
una reunión de intervisión de un grupo multifamiliar online, a raíz de ser
relatada la noticia del gerente, una de las terapeutas relata un sueño muy
sencillo “soñé que volvían los pacientes y que no tenía mascarillas”.
Seguramente el COVID y el
confinamiento nos han hecho experimentar una “vulnerabilidad compartida” en forma de sentimientos y vivencias
similares a los que presentan las personas con trastornos psicóticos:
sentimientos de amenaza (la vida y la muerte pueden estar a la vuelta de la
esquina), paranoia (contaminar o ser contaminado, cualquiera puede ser un
peligro), aislamiento afectivo, incluso
distanciamiento de la realidad, a lo que se ha sumado en ocasiones también
duelos, a menudo complicados, por pérdidas inesperadas. Y es quizás este descubrimiento el que nos ha
permitido volver a escuchar, con respeto y humildad al sujeto que se dirige a nosotros
en busca de ayuda, sin negarle su competencia y su saber.
Otro elemento que ha
contribuido a este reposicionamiento es que quizás con el confinamiento hemos
podido atisbar la existencia también en los profesionales de procesos
subjetivos de los que a veces no teníamos clara conciencia y de la dificultad
de tener suficiente dominio de nosotros mismos que permitiera evitar la
proyección de los propios aspectos enfermos en el otro, un otro que como decía
Searles, se muestra tan bien dispuesto a ser “el blanco” de las depositaciones
de los demás.
Frente a una relación
que habitualmente tan fácilmente se estereotipa, en la cual los profesionales
frente a la ausencia de demanda saben demasiado rápidamente qué es lo que les
conviene a los pacientes, el poner en cuestión la vuelta a lo instituido sin
más, abre un campo creativo en el modo de entender y atender sus demandas, admitiendo
definir más grupalmente la tarea con ellos a partir también de su definición de
necesidades. Es como si el confinamiento hubiera permitido volver a repartir
las cartas, plantear de nuevo a qué queremos jugar, colocarnos en torno a la
tarea en una condición de más igualdad con los pacientes, poner en suspenso la
demanda inicial y redefinir la demanda en términos más propios, en definitiva, romper
el vínculo estereotipado demanda-oferta institucional.
^^^^^^^^^^^^^^
-“El derecho a la Pereza” Paul Lafargue. Marxists
Internet Archive
- Omegalfa.Biblioteca Libre
-“El otro es uno de nosotros” Franco Basaglia.
Página 12 jueves, 15 de octubre de 2009
-BURN OUT: El trabajo
psíquico con equipos de salud. Horacio C. Foladori Area 3. Cuadernos de temas grupales e
institucionales. Número especial (ISSN 1886-6530). Congreso Internacional
“Actualidad del Grupo Operativo”.Madrid, 24 – 26 febrero 2006
Comentarios
Publicar un comentario
Es imprescindible, al menos, identificarse con:
- Nombre y apellidos
- Profesión
- Provincia